MISERIA Y MISERABLES
Aun hoy día, me asombro de cómo es posible que haya gente, pues creo que el termino personas les viene grande, que quiera sacar partido y rentabilidad política a este tipo de situaciones tan catastróficas y dantescas.
Nunca, ni nadie ha planteado el tema de la emigración en su verdadera identidad y problema, más al contrario, han tratado de salir del paso como buenamente han podido y le han dejado. Ahora vienen los carroñeros de no se sabe dónde a pedir... explicaciones y culpabilizar a un gobierno de una situación que ellos nunca supieron atajar.
Las personas vengan por tierra, mar o aire siempre tienen que ser atendidas, cuidadas y tratadas según sus necesidades y según las leyes vigentes. El ser humano no puede ni debe mirar para otro lado al ver esta avalancha de vida. Pues vida es lo que demandan estas personas desesperadas y hambrientas de un futuro mejor para ellos y su familia.
Cada vez que veo los jirones de carne, sí sí jirones, que se quedan en las alambradas para poder acceder a un mundo mejor, se me parte el alma. Aquí no valen palabras, faltan acciones, pero acciones justas y verdaderas; mientras sobran los políticos carroñeros que quieren sacar partido de la miseria, sobran los periodistas oportunistas que tanto disfrutan con estas imágenes.
Europa tiene que decir basta, pues la frontera natural por el Sur sigue siendo Ceuta y Melilla, pero también nosotros debemos y tenemos que tener una idea clara de lo que podemos y queremos hacer con tanta criatura desesperada; no me valen palabras bonitas y rimbombantes para quedar bien de cara a la galería, hacen falta acciones y dar una solución a esta terrible lacra.
Basta ya de mentiras por parte de un Gobierno inoperante y basta ya de carroña por parte de una oposición que no sabe ni como mirarse a la cara de lo dura que la tiene en el tema de la inmigración. Las personas que saltan la valla quieren justicia, pan y dignidad, el orden en que vayan esas tres cosas da igual.
No nos vaya a pasar como al joven que se iba a Francia diciendo…”solo dejé de odiar al inmigrante, cuando me convertí en uno de ellos”.
Aun hoy día, me asombro de cómo es posible que haya gente, pues creo que el termino personas les viene grande, que quiera sacar partido y rentabilidad política a este tipo de situaciones tan catastróficas y dantescas.
Nunca, ni nadie ha planteado el tema de la emigración en su verdadera identidad y problema, más al contrario, han tratado de salir del paso como buenamente han podido y le han dejado. Ahora vienen los carroñeros de no se sabe dónde a pedir... explicaciones y culpabilizar a un gobierno de una situación que ellos nunca supieron atajar.
Las personas vengan por tierra, mar o aire siempre tienen que ser atendidas, cuidadas y tratadas según sus necesidades y según las leyes vigentes. El ser humano no puede ni debe mirar para otro lado al ver esta avalancha de vida. Pues vida es lo que demandan estas personas desesperadas y hambrientas de un futuro mejor para ellos y su familia.
Cada vez que veo los jirones de carne, sí sí jirones, que se quedan en las alambradas para poder acceder a un mundo mejor, se me parte el alma. Aquí no valen palabras, faltan acciones, pero acciones justas y verdaderas; mientras sobran los políticos carroñeros que quieren sacar partido de la miseria, sobran los periodistas oportunistas que tanto disfrutan con estas imágenes.
Europa tiene que decir basta, pues la frontera natural por el Sur sigue siendo Ceuta y Melilla, pero también nosotros debemos y tenemos que tener una idea clara de lo que podemos y queremos hacer con tanta criatura desesperada; no me valen palabras bonitas y rimbombantes para quedar bien de cara a la galería, hacen falta acciones y dar una solución a esta terrible lacra.
Basta ya de mentiras por parte de un Gobierno inoperante y basta ya de carroña por parte de una oposición que no sabe ni como mirarse a la cara de lo dura que la tiene en el tema de la inmigración. Las personas que saltan la valla quieren justicia, pan y dignidad, el orden en que vayan esas tres cosas da igual.
No nos vaya a pasar como al joven que se iba a Francia diciendo…”solo dejé de odiar al inmigrante, cuando me convertí en uno de ellos”.
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