Esta mañana, tal vez por el cambio horario o quizás porque he dormido mal y mucho más por el tiempo que hace que no tomo café con leche; la boca se me hace agua de solo pensar en el café tan rico que me preparaba mi abuela Laura cada día antes de irme a Motril, era ese café con olor penetrante y sabor a Abuela, pero si además le sumabas una tostada de pan casero con mantequilla Lorenzana comprada a granel en la tienda de Pepe Hernández, el desayuno ya era sublime. Ay Abuela, cuánto me acuerdo de ti!
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